General Fiction posted August 15, 2010


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vida...

Lección de invierno

by voceronica

Ese invierno lo recuerdo con mucho, no sé, no encuentro por más que he rebatido en el diccionario de mis emociones un nombre para ese sentimiento. De lo que estoy seguro es de sentir algo así como un rechazo cuando se aproxima su recuerdo, frío, como lo hacía aquella noche en que aprendí, a una temperatura de bajo cero, una de las lecciones más importantes de mi vida, y eso significa que marcó huella, pero que también fue dolorosa, de ahí su rechazo al recuerdo.  

 

Cuando te encontrás en medio de un torbellino, un fenómeno donde no tenés control de vos mismo, donde no te queda más remedio que dejarte llevar, en medio de algo parecido, mi vida estaba atrapada en esa época, en ese año , uno de los más fríos en una ciudad donde no debería suceder algo así…

 

Había una brisa húmeda esa noche, se dificultaba la visión pero los limpia brisas del carro funcionaban bien, era un modelo con sus años pero en el país de donde yo había llegado, seguro lo hubieran catalogado de moderno. Cumplía cinco meses manejando a un  trabajo al que todavía no le encontraba una razón para ejercerlo, mas  que la necesidad y la responsabilidad de no fallar ante el gesto de solidaridad de quien me lo había conseguido.

 

Trabajaba en una compañía de seguridad y mi función era brindar esa seguridad a la propiedad de  una empresa de abastecimiento de víveres, mercadería de supermercados. Cargaban contenedores durante las veinticuatro horas del día, yo permanecía quince de ellas en ese lugar, por cuatro días a la semana.

 

Ya me había acostumbrado al horario y viajaba tranquilo, imaginándome la situación que me esperaba y la cara de felicidad del guarda al que relevaba, porque no hay cosa más frustrante que la tardanza de tu relevo o el hecho que no aparezca. Al final de tu jornada, lo único que ansías, es salir del lugar del trabajo.

 

Nos proveía la empresa de una caseta de seguridad donde nos resguardábamos  del frío y era el lugar donde paraban para la inspección los ciento cincuenta camiones que me tocaban inspeccionar durante mi turno, además de las rondas de seguridad por la propiedad. Esa noche la caseta estaba vacía y con llave. A mi compañero lo habían despedido por un asunto de indisciplina. El supervisor del turno de la noche de la empresa, sólo me entregó mi tabla de inspección y la instrucción de que esa noche trabajaba fuera de la caseta, a la intemperie, a una temperatura de bajo cero.

 

En un principio, me negué rotundamente a ejercer esa labor de inspección, bajo esas condiciones, así que en ese momento entorpecía el funcionamiento de la empresa, porque nadie más podía inspeccionar, según el seguro de ambas compañías, y los camiones no podían salir. El supervisor de turno llamó al supervisor general, el cual se presentó a ordenarme que inspeccionara, como no lo hice, llamaron a mi supervisor de turno de mi compañía, al que no le obedecí tampoco. Este llamó al dueño de mi compañía, quien no tardó en llegar, y al que no le importó ni intentó mediar por mí, para que me dieran las condiciones humanas mínimas para protegerme del frío, sino que  amenazó con despedirme si le cancelaban el contrato. Pero mientras me amenazaba, llamaba por radio a mi amigo, el cual fungía como gerente de su compañía y era quien me había conseguido el trabajo. Este se presentó. Me pidió en nombre de la amistad, no de la compañía, que ejerciera mi función, en esas condiciones, por esa noche, que no pensara en nada más, y que me presentara al día siguiente en la oficina, para hablar con calma. Y acepté.        

Esa noche fue una de las más largas de mi vida, seguro la más helada. Me la pasé a pesar de mi ropa térmica, guantes, chaqueta,  bufanda, etc. Envuelto con papel periódico por debajo de mis pantalones y caminando para un lado y para otro toda la noche, bajo las miradas compasivas de los chóferes que no entendían de la estupidez y el abuso de esa decisión.

Esa noche le aprendí un significado más a la amistad,  todavía cuando hace algo de frío, recuerdo las sonrisas en los rostros de mi amigo y el dueño de la compañía. Esa noche decidí que nunca volvería a trabajar para nadie y me ha servido para valorar a las personas que trabajan conmigo.




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